En un artículo de opinión publicado por El diario Montañés el 15 de abril, el obispo Manuel Sánchez Monge de Santander, España, criticó el “desarrollo sostenible” y sus objetivos codificados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (“ODS”).
“Detrás de la Agenda 2030 se encuentra un intento de cambiar la civilización, un nuevo orden mundial que cambiará las creencias de las personas. Es un sistema globalista [ ] destinado a establecer un gobierno mundial no elegido y antidemocrático”, escribió.
La Agenda 2030 y el Nuevo Orden Mundial
por el obispo Manuel Sánchez Monge
El filósofo Higinio Marín, catedrático de antropología filosófica de la Universidad CEU Cardenal Herrera, ha destacado la verdadera naturaleza de una agenda impulsada por las élites globalistas que tiene un marcado carácter estatista y relativista.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (“sostenible” es ahora una palabra mágica que se usa para todo) son en su mayoría loables y aceptables para todos: protección de la naturaleza, erradicación de la pobreza y el hambre en el mundo, agua disponible para todos, etc. Todos están formulados en un lenguaje lo suficientemente ambiguo como para prestarse a las más diversas interpretaciones. Pero detrás de la Agenda 2030 se esconde un intento de cambio de civilización, un nuevo orden mundial que cambiará las creencias de los individuos. Es un sistema globalista, que no tiene nada que ver con la globalización, cuyo objetivo es establecer un gobierno mundial no electo y antidemocrático. El documento contiene generalidades brillantes para hacer creer a la gente que si se le da todo el poder a Naciones Unidas y la Agenda 2030, todo irá bien. Pero no, la Agenda 2030 es una trampa.
Considera a la familia como un entorno propicio para la discriminación y la desigualdad. En la Agenda 2030, la familia y la religión se presentan como elementos de conflicto. La religión y la familia son problemas, no soluciones. Por ejemplo, tener hijos, la responsabilidad conyugal o la generosidad en el matrimonio no forman parte de este nuevo sentido común. Tampoco [los promotores de los ODS] aceptan que la educación sea de los padres.
Luego hay cuestiones que son claramente inaceptables desde la perspectiva de la doctrina católica. Tomemos el ejemplo de la salud sexual y reproductiva. Se fomenta el aborto y el uso masivo de anticonceptivos. Hay otro aspecto muy grave: la llamada igualdad de género. La Agenda 2030 utiliza la terminología de la ideología de género y la corrección política secularista y estatista contemporánea. La intención es instaurar un nuevo orden mundial que excluya a muchas instituciones, especialmente a las de fundamento cristiano. Es el estado el que determina el modo de vida, generando así un relativismo que hace de la tolerancia el valor moral por excelencia. ¿Debemos también ser tolerantes con el mal? Ellos [los ODS] son asesinos de la libertad y generan relativismo. Asumen que todo puede y debe elegirse; incluso el género es una cuestión de sentimiento.
Hay instituciones cristianas que aceptan la Agenda 2030. Afirman que lo hacen para evitar ser excluidos del debate público o para evitar la automarginación. Quieren obtener ayudas que les serían denegadas si no las tuvieran en cuenta. Pero llamarse cristiano conlleva exigencias que no se pueden eludir.
Nuestras sociedades hoy en día están polarizadas sin retorno. Hay dos versiones de Occidente que son cada vez más antagónicas. Estamos llegando a un punto en el que las diferentes visiones del mundo tienen tan poco en común que apenas podemos hablar idiomas comunes.
Si levantamos un poco la mirada, también podemos ver que estamos experimentando un avivamiento. Hay un resurgimiento de familias cristianas, como podemos ver en algunos lugares de Francia y España. La imagen de un matrimonio con tres o más hijos ofrece una visión alegre y amorosa de la vida. Aquí es donde radica la renovación. El matrimonio cristiano de jóvenes que viven generosamente es la forma contemporánea más directamente visible de la alegría cristiana en la vida. La alegría es el signo social de poseer algo bueno. Y aquellos padres que salen a la calle con más hijos de los que dictaría el sentido común moderno tienen un poder transformador inmenso.
Fuente: The Expose